La Vocación: Un llamado más allá del trabajo

Los estudios sobre orientación vocacional han propuesto diversas definiciones y enfoques sobre la vocación. Algunos consideran que esta tiene una doble dimensión:

  1. Un llamado externo, relacionado con un destino personal que nos atrae y nos impulsa a seguir un camino determinado.
  2. Un llamado interno, que surge desde lo profundo de nuestro ser, basado en nuestros intereses, pasiones y habilidades, orientándonos hacia aquello que consideramos valioso y significativo.

Javier Echavarría (2015) describe la vocación como «un llamado interno que determina aquello que nos gustaba hacer cuando éramos niños, lo que nos llamaba la atención, a qué jugábamos y cómo hacíamos las cosas».¹ Según este autor, la vocación se configura a lo largo de la vida y se construye a partir del reconocimiento de nuestras habilidades, la resolución de situaciones cotidianas y la interacción con la realidad que nos rodea.

Por su parte, Crouzel (2015) señala que «la vocación es una invitación a descubrirnos, un proceso de búsqueda sobre qué queremos hacer con nuestra vida».² Este proceso implica desarrollar nuestras potencialidades, alcanzar la mejor versión de nosotros mismos y encontrar un equilibrio entre nuestros dones personales y las necesidades del mundo. Si bien estos enfoques enfatizan la importancia del desarrollo personal y la introspección, también es crucial reconocer que la vocación no es simplemente una construcción individual. Si solo buscamos respuestas dentro de nosotros mismos, podemos perder de vista el propósito más profundo de nuestra existencia.

La Vocación desde una Cosmovisión Bíblica

Desde la perspectiva bíblica, la vocación no se trata únicamente de una decisión personal ni de una inclinación natural hacia una profesión. La vocación es, ante todo, un llamado divino.

«Si no hay Quien llame, no hay vocaciones, solo trabajo… y trabajo sin sentido.» (Os Guinness, citado por Miller, D.)³

«Porque todo, absolutamente todo, arriba y abajo, visible e invisible… todo tuvo su comienzo en Él y encuentra su propósito en Él». Colosenses 1:16

La Biblia nos muestra que la vocación tiene un doble llamado:

  1. El llamado general a la salvación y a vivir en comunión con Dios.
  2. El llamado específico al trabajo y a la misión particular que cada persona tiene en la tierra.

Miller (2016) enfatiza que la vocación no puede fragmentarse, sino que involucra a la persona en su totalidad: su corazón, su mente, su alma y sus fuerzas. Esto significa que nuestra vocación no solo tiene que ver con nuestras habilidades o preferencias personales, sino con nuestra relación con Dios y con los demás. Por otra parte, Efesios 2:10 nos recuerda que «somos obra de Dios, creados en Jesucristo para realizar las buenas obras que Dios ya planeó de antemano para que nos ocupáramos de ellas». No somos un accidente ni fruto del azar, sino que fuimos diseñados con un propósito único y específico.

Descubriendo Nuestra Vocación

La vocación no es un evento repentino, sino un proceso que se desarrolla a lo largo de la vida. Durante este proceso, Dios obra primero en nosotros para prepararnos antes de obrar a través de nosotros. Filipenses 2:13 nos dice: «Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad». Ahora bien, ¿cómo podemos descubrir nuestra vocación singular?

  1. Buscar a Dios: La vocación comienza con el conocimiento de Su voluntad. No se trata solo de lo que queremos hacer, sino de lo que Él nos ha llamado a ser.
  2. Reconocer nuestras características únicas: Dios nos ha creado con dones, talentos y pasiones particulares que nos impulsan hacia nuestro propósito.
  3. Observar las necesidades del mundo: Nuestra vocación no es solo para nuestro propio beneficio, sino para servir a los demás y contribuir al Reino de Dios.

Cada persona tiene una vocación única que refleja una parte del carácter de Dios. Tomás de Aquino decía que «haría falta un número infinito de seres humanos para reflejar las infinitas facetas de la Trinidad»⁴. Esto significa que cada uno de nosotros ha sido diseñado de manera singular para reflejar un aspecto especial de la gloria de Dios.

Concluyendo, la vocación es mucho más que elegir una profesión o encontrar un trabajo que nos guste. Es un llamado divino que abarca todas las áreas de nuestra vida y nos invita a vivir con propósito. Dios nos ha creado con un propósito específico, y nuestra tarea es descubrirlo y responder a su llamado. Como dice Efesios 1:11: «Por medio de Cristo, Dios nos eligió desde un principio, para que fuéramos suyos y recibiéramos todo lo que Él había prometido».
Cuando comprendemos que nuestra vocación es parte del gran plan de Dios, nuestra vida cobra un nuevo significado. No solo trabajamos para subsistir, sino que colaboramos con Dios en la expansión de su Reino. Nuestra vocación se convierte en un medio para glorificar a Dios, servir a los demás y desplegar todo el potencial con el que fuimos creados. Así que la pregunta no es solo «¿Qué quiero hacer con mi vida?», sino «¿Para qué fui llamado?». La respuesta a esta pregunta se encuentra en Dios, quien nos formó con un propósito y nos llama a vivir plenamente en Él.


Este artículo es una adaptación del Anexo N2 del material para el curso «vocación y elección de carrera» de María Coronel.

Bibligrafía:

  1. Echavarría, Javier. Descubriendo tu Vocación: El arte de encontrar tu propósito en la vida. Editorial Vida, 2015.
  2. Crouzel, Henri. La Vocación y el Sentido de la Vida. Ediciones Paulinas, 2015.
  3. Guinness, Os. The Call: Finding and Fulfilling the Central Purpose of Your Life. Thomas Nelson, 1998. Citado por Miller, D. Vocación y Trabajo en Perspectiva Bíblica. Editorial Certeza, 2016.
  4. Tomás de Aquino. Suma Teológica. Parte I, cuestión 47, artículo 1.

Autor

Scroll al inicio