
Este artículo es un resumen de la «Semana 2» de la materia «Transformación Social» de la certificación en Pastoral universitaria de la RUE y el instituto Teológico FIET . Más específicamente de la sección 1: «dadme una palanca y moveré el mundo», basada en: La quinta disciplina, Peter M. Senge, cap. 1. Este curso fue escrito por Matín Gómez.
Introducción: la crisis de mirar por partes
Vivimos rodeados de información, pero con poca comprensión profunda. Desde pequeños nos enseñaron a analizar, dividir, clasificar y resolver problemas por partes, creyendo que así comprenderíamos mejor la realidad. Sin embargo, ese modo de pensar fragmentado nos ha hecho perder la visión del conjunto. No vemos cómo las piezas se conectan ni cómo nuestras decisiones producen efectos en cadena. Peter Senge, en La quinta disciplina, denuncia este modo de mirar como una de las principales causas de los fracasos organizacionales, sociales y personales.
Su propuesta es revolucionaria: dejar de mirar el mundo como una colección de fuerzas separadas y empezar a comprenderlo como un sistema vivo, donde todo está interconectado. Solo así podremos crear “organizaciones inteligentes”, comunidades que aprenden y crecen juntas, expandiendo su capacidad de alcanzar los resultados que realmente importan.
1. Del espejo roto al mapa vivo
Analizar puede ser útil, pero termina generando un efecto colateral: cuando separamos, perdemos la relación entre las partes. Senge compara esto con intentar reconstruir un espejo roto para volver a ver el reflejo original. Al fragmentar la realidad, rompemos nuestra conexión con el todo, y lo que queda son datos aislados, departamentos desconectados y decisiones que solucionan síntomas pero agravan las causas.
Frente a esto, la clave no está en trabajar más, sino en pensar diferente. El pensamiento sistémico nos invita a mirar los patrones, las relaciones y los efectos a largo plazo. Así podemos identificar los puntos de apalancamiento: lugares donde una pequeña acción bien dirigida puede generar un gran cambio. La frase de Arquímedes —“Dadme una palanca y moveré el mundo”— cobra aquí un nuevo sentido: comprender los sistemas nos da poder para transformar la realidad sin desgastarnos en esfuerzos dispersos.
2. La palanca: cinco disciplinas que se vuelven una
Una organización inteligente se sostiene sobre cinco disciplinas que, combinadas, crean el efecto palanca del aprendizaje colectivo.
- Pensamiento sistémico, la quinta disciplina, es el marco que integra a todas las demás. Enseña a ver los bucles de retroalimentación y las estructuras invisibles que generan los resultados visibles.
- Dominio personal es la práctica de clarificar nuestra visión, alinear nuestras energías y mantener viva la tensión creativa entre lo que es y lo que deseamos alcanzar.
- Modelos mentales implica hacer consciente lo inconsciente: nuestros supuestos, juicios y formas de interpretar el mundo. Mientras no se cuestionen, determinan nuestras decisiones.
- Visión compartida traduce los ideales personales en compromisos colectivos. Cuando la gente siente que pertenece a algo mayor, el esfuerzo deja de ser una carga y se convierte en pasión.
- Aprendizaje en equipo transforma la discusión en diálogo. El grupo aprende a suspender sus supuestos, a pensar juntos y a descubrir soluciones que nadie habría encontrado solo.
Estas disciplinas son como los componentes del primer avión comercial: por separado no bastan, pero juntas hacen posible el vuelo. Una organización, una escuela o una comunidad que aprende, se vuelve capaz de innovar, crear y adaptarse sin perder su sentido.
3. Metanoia: aprender es cambiar de enfoque
Senge rescata un término antiguo: metanoia, que literalmente significa “cambio de mente” o “desplazamiento interior”. Aprender, dice, no es acumular información, sino ver el mundo con otros ojos. Significa comprender cómo nuestras propias acciones contribuyen a los problemas que enfrentamos, y cómo, al cambiar nuestra forma de pensar, podemos cambiar nuestra realidad.
El aprendizaje profundo no se limita a la supervivencia (“aprender para adaptarnos”), sino que se convierte en un aprendizaje generativo: crear el futuro que deseamos habitar. En este sentido, una organización que aprende no reacciona a las circunstancias; las rediseña. Las personas no repiten rutinas, sino que se transforman a sí mismas y a su entorno.
4. Aplicar las ideas: del síntoma a la causa
La quinta disciplina enseña a dejar de atacar síntomas para intervenir en las causas. Pensemos en una escuela, una iglesia o una empresa donde la gente se desmotiva. La respuesta típica es añadir incentivos o programas, pero eso no resuelve la raíz: una visión fragmentada, falta de propósito o comunicación deficiente.
Desde el pensamiento sistémico, el trabajo es otro: escuchar, detectar los bucles que refuerzan la desmotivación, desafiar los modelos mentales que la sostienen (“la gente no se compromete porque no quiere”), crear espacios de diálogo real y construir una visión que convoque. Con el tiempo, la estructura cambia y los resultados también. La diferencia no está en hacer más, sino en mover la palanca adecuada.
Conclusión: la inteligencia del todo
Las organizaciones inteligentes no son las que más saben, sino las que mejor aprenden. Aprender no es un medio, es la esencia de lo humano: recrearnos, reinventarnos, comprender y crear juntos. Cuando las cinco disciplinas se practican como un solo cuerpo, la cultura del control da paso a la cultura del crecimiento.
Ver el mundo como un sistema, pensar en conjunto y alinear visión con acción nos devuelve la esperanza: sí, podemos mover el mundo. Solo necesitamos —como dijo Arquímedes— encontrar la palanca correcta… y apoyarnos en ella juntos.


